1. Enseñando a nuestros niños acerca de sexualidad
No tenga miedo
de enseñar, es la mejor manera de prevenir. Dé consejos claros acerca de
comportamientos sociales básicos: “que nadie te saque la ropita”, “que nadie
toque las partes privadas”, “no guardes un secreto cuando alguien te lo pida”,
etc. Está demostrado que una educación sexual a temprana edad y una buena
comunicación entre ambos progenitores y sus hijos, disminuyen la probabilidad
de un abuso sexual. La asertividad es una habilidad social por medio de la cual
una persona manifiesta lo que piensa de manera clara y directa. Los niños que
desarrollan estrategias para confrontar, pedir y negar, es decir, son
asertivos, no son víctimas
indefensas frente a un abusador sexual.
2. Quitando los mitos y las mentiras acerca del abuso y la violación
La idea que
tenemos es que los abusos y las violaciones son actos cometidos por hombres
depravados y locos que saltan sobre los niños en lugares oscuros. ¡Nada más
lejos de la verdad! El 90% de los casos ocurre en el hogar del propio niño o de
familiares y amigos, a cualquier hora del día, con personas muy allegadas a él.
El abusador casi no utiliza la fuerza porque “convence” al niño para hacer lo
que él desea.
«Amalia es la
menor de 10 hermanos. Fanática de los dulces y de las golosinas. Un vecino le
daba monedas a través del tejido, siempre y cuando ella le mostrara su
bombachita. Con el tiempo, el vecino le pedía que se bajara la bombachita y le
mostrase sus genitales. A cambio, ella recibía más monedas. Nunca la tocó, pero
no pudo sacarse de su mente esa imagen. Hoy está casada, tiene dos hijos y ama
a su esposo, pero de manera recurrente esos pensamientos la asaltan en el
momento de tener intimidad con su esposo y, más de una vez, se desconecta.»
Tampoco debemos
creer que el abusador tuvo “un arrebato” sexual incontrolable y por eso violó o
abusó. Todo estuvo premeditado. Tampoco se asocia al alcohol. Aunque éste puede
actuar como un elemento que desinhibe, no es la causa del abuso.
3. Cambiando la educación de nuestras niñas
La debilidad es
un atributo femenino; pero, a la hora de defenderse, se convierte en una trampa
mortal. La feminidad no tiene que relacionarse con la “debilidad o pasividad”;
enseñemos a nuestras hijas a ser ágiles, a desarrollar sus habilidades físicas.
«Juanita es la
menor de cuatro hermanas y la única de la que no abusó su padre. Vivían en el
campo y él tuvo dos hijos de sus respectivas hijas. El abuso era por todas
conocido, pero guardado como un secreto de familia. Comenzaba apenas se desarrollaban
como señoritas. Juanita fue la única que desafió a su padre. No tuvo una
actitud sumisa frente a los intentos de abuso. Le hizo saber: “si me agarras,
te parto la cabeza con un palo o te mato cuando estás dormido”. Era tal la
convicción de Juanita que su padre nunca la tocó.»7
En un estudio
realizado en los Estados Unidos, en el que se interrogó a setenta y dos
prisioneros condenados por abuso sexual acerca de cuáles eran las víctimas que
seleccionaban, respondieron que preferían a las tranquilas, pasivas, de hogares
desavenidos.
4. Transformando la educación de nuestros niños
De la misma
manera en que criamos víctimas a las mujeres, criamos a los varones como
victimarios o violadores. Muchos de los violadores y abusadores están
convencidos de que a sus víctimas les gusta la fuerza y que, a la postre, se
terminarán enamorando de ellos. Nuestra cultura enseña a los varones a ser
agresivos. Asocia la fuerza y la violencia con la masculinidad. Nosotros somos
responsables de esta realidad y lo es cada padre que estimula a su hijo a que
no respete a los débiles o que festeja al “machito” cuando le gana a otro en
una pelea.
La mayoría de los violadores son adolescentes o jóvenes que quieren probar su hombría violando a otra persona. Según el FBI, el 61% de los violadores tienen menos de 25 años.
La mayoría de los violadores son adolescentes o jóvenes que quieren probar su hombría violando a otra persona. Según el FBI, el 61% de los violadores tienen menos de 25 años.
La antropóloga
Margaret Mead ha observado que no se oye hablar de violación en las sociedades
en las cuales los varones son condicionados por esa cultura para ser
protectores y no agresivos.
5. Cuidando el ambiente de nuestro hogar
¿De dónde surgen los violadores? De familias
cualesquiera, pero con una característica común: hogares con conflictos,
desavenencias conyugales, gritos, insultos, peleas. Es improbable que un
violador surja de una familia donde el respeto, las caricias y el buen trato
sean la norma cotidiana. Por lo tanto, debemos trabajar para que el ámbito de
nuestro hogar sea ejemplo del amor auténtico todos los días.
6. Exponiendo a los abusadores públicamente y defendiendo a las víctimas
Leé con suma atención el próximo relato tomado de un
correo electrónico que les llegó desde Tierra del Fuego a Silvia y Jose uis
cinalli, pastores profesionales y especialistas en sexualidad:
«Hola Silvia y José Luis, ¡Dios los bendiga! Desde el
cálido sur los saludamos Liliana y Pablo Torres, deseando que se encuentren
bien. El motivo de este e-mail es contarles que en estos días se está llevando
a cabo un juicio a quien durante 10 años estuvo abusando de su hijastra. Hace
un año conocimos a esta jovencita en un encuentro de adolescentes. A través de
la charla de sexualidad, se evidenciaron síntomas de abuso, conforme a lo
tratado en el libro de ustedes De eso no se habla. Le aconsejamos hablar con su
mamá y concurrir a salud mental del Hospital, donde se corroboró lo que
suponíamos. Hoy testificamos en el juicio. El juez quiso copia del material que
habíamos usado en ese momento y ordenó fotocopiar dicho libro. Para nosotros
todo esto es nuevo. La Iglesia ha sido bien vista, ya que observaron líderes
que se capacitan para ayudar. Mañana se darán los alegatos y en los próximos
días la sentencia. Les pedimos oración y queríamos hacerles partícipes de este
hecho. Lo que ustedes nos brindaron ha servido de mucho. Seguiremos en
contacto. Les extendemos desde aquí un cariñoso saludo, anhelando que Dios les
siga bendiciendo. Lili y Pablo.»
Días después recibimos un segundo correo en el que nos
compartían que el juez sentenció a catorce años de prisión a ese abusador. Una
víctima menos, una liberación más.
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