sábado, 24 de octubre de 2015

SALUD TOTAL-AMATE A TI MISMA


AMATE A TI MISMA
Algunas personas no están contentas consigo mismas y desearían ser otra persona. ¿Cómo te ves? ¿Cómo te sientes? ¿Estás contento/a con lo que eres? ¿Has intentado ser alguien diferente? ¿Vives comparándote? ¿La imagen que tienes de ti mismo está de acuerdo con lo que Dios dice acerca de ti?
Oscar Wilde expresó: “Sé tú mismo, porque

todos los demás puestos ya están ocupados”. Si intentamos ser otra persona estamos condenados a sentirnos frustrados, porque estamos intentando lo imposible. Aunque otros puedan ser un ejemplo para nosotros, nunca han de ser nuestra norma.
Dios espera que tú seas un original, no la imitación de alguien que anda por ahí.
Si quieres disfrutar verdaderamente de la vida tienes que aprender a ser plenamente tú misma. Mejórate, arréglate, supérate, pero quiérete. Mejora tu aspecto físico, pero mejora también tu capacidad de aprender, de relacionarte, de bendecir, de ayudar a quienes te rodean, a fin de que cuando pase el tiempo de tu vida todos puedan recordarte como una persona hermosa en el sentido pleno de la palabra.
¿Cómo sentirse a gusto con uno mismo?
Cuando te entregues al servicio de los demás descubrirás tu propio valor. Nadie sabe lo que vale hasta que saca lo mejor de sí en beneficio de otros.
El ocuparte de ti mismo todo el tiempo sólo aumentará tu desdicha y te volverá más insensible a los que te rodean. Acéptate, ámate, pero entrégate a una causa que valga la pena y tu valor aumentará como el oro.
Raúl Follerau solía contar una historia emocionante. Visitando un hospital de leprosos se sorprendió que, entre tantos rostros apagados hubiera alguien que conservara los ojos claros y la sonrisa franca. Cuando preguntó qué era lo que lo mantenía tan unido a la vida, alguien le dijo que observara su conducta por las mañanas.
Apenas amanecía, aquel hombre acudía al patio y se sentaba frente al alto muro de cemento que rodeaba el hospital y esperaba. Esperaba hasta que, en algún momento de la mañana, aparecía durante unos cuantos segundos el rostro sonriente de una mujer ya entrada en años. Entonces el hombre le devolvía la sonrisa y, tras unos segundos, la mujer desaparecía. Esa anciana era su esposa. Cuando lo internaron en el hospital para leprosos, su esposa lo siguió y buscó vivir muy cerca, en un poblado a pocos kilómetros de distancia. Cada mañana, sin faltar un día, acudía a la cita en el muro de cemento para expresarle su amor. “Al verla cada día”, comentaba el leproso, “sé que estoy vivo porque alguien me ama”.
No veas el servir a otros como una obligación. Sirve de buena gana, por amor a Jesús. Una vida de servicio es el mejor canto de gratitud y la mejor manera de vivir.


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